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lunes, agosto 28, 2023

Humor y prosa de un ajedrecista


Tenemos ante nosotros un libro diferente. Nos encontramos con un gran descubrimiento literario que va a hacernos pensar en multitud de aspectos de la vida cotidiana, presentados desde un punto de vista amable, entretenido y directo.

Manuel Gómez-Rosas se adentra en los problemas, inquietudes y preocupaciones de cada uno de nosotros y, siempre bajo el paraguas de la jerga ajedrecística, nos los expone con sencillez, con un lenguaje cercano y ameno.

Todos los pensamientos expresados en este libro, así como la posible solución a los problemas de la vida de cualquier persona que se preocupa por alcanzar cada día una vida un poco mejor, están representados con una dosis de humor inteligente y escritos desde un cariño ubicado en una asociación de ajedrez granadina. (Club de Ajedrez AL - JATIB de Loja).

Manuel Gómez-Rosas


 

miércoles, abril 21, 2021

"Novela de Ajedrez"


Sin capacidad para cualquier otra actividad intelectual, Mirko Czentovicz se reveló, ya desde niño, como un genio del ajedrez, del que ha llegado a ser campeón del mundo. Pero, en un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires, se le presenta un enigmático contrincante: el señor B., noble vienés que huye de los nazis. Uno de los pasajeros del vapor se acerca a los dos personajes acompañando al lector a la confrontación entre los dos jugadores. Si Novela de ajedrez nos presenta el choque de dos naturalezas antagónicas, nos muestra también, y en buena medida, la capacidad de resistencia del ser humano sometido a una presión extraordinaria. Y todo ello con unas grandes dosis de intriga y maestría.


 

martes, abril 20, 2021

PARTIDA DE AJEDREZ

 PARTIDA DE AJEDREZ




 

(envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.

Gil de Biedma)

 

Una partida de ajedrez juego a diario

que es la misma y distinta a la vez.

En esta lucha estéril que mantengo

he perdido, a la fecha,

tres molares, un puñado de pelos

y algo de vista,

la juventud, mi escaso crédito,

las ilusiones y una media sonrisa.

La pierdo cuando creo que la gano,

mientras miro en la tele esos cuentos modernos

de chicas neumáticas con sus pechos de goma,

en el escaso significado que mantienen las palabras

y, como siempre, frente a los deseos.

Es un juego que pierdo en esas madrugadas

donde creo que no existo

y me arrastro, penoso,

al refugio de mi lecho postrero.

Si las cuentas no fallan son treinta

y seis largos años enfrentado a un extraño,

tropezando con un animal vagamente cercano

que me sigue donde quiera que vaya

y me recuerda, con felina mirada,

desde el lado imposible del espejo,

a ese pobre diablo que veo en mí.

Una partida lenta que muere cada tarde

como un adagio de Barber o de Mahler,

y se come las piezas de los nombres olvidados

por la memoria afectiva del corazón.

Sobre el tablero faltan los primeros peones,

amigos de la infancia que el tiempo degluyó

y vuelven los domingos,

como imágenes sepia de una vieja película

contada con guión y escenario de barrio:

los partidos de fútbol que nunca terminaban,

el gomero, las bolas,

churrichurri mi capitán al uno,

las flechas de carrizo con sus puntas de lata

y aquel chichón que tanto daño me hizo,

herido como estaba en mi orgullo infantil.

Tampoco están ahora, aquellos

compañeros en piso de estudiantes,

forradas las paredes con carteles de Bakunin y el Che,

la profunda liturgia por mejorar el mundo,

y descubrir el sexo y el hachís

en una tarde juntos, Rimbaud y Baudelaire,

Pink Floyd, la Naranja Mecánica,

Mari Carmen y el Ultimo Tango en París.

Al comienzo, recuerdo, nada hacía presagiar este desastre

-como el pájaro que al despuntar el día

abre sus alas sin miedo a equivocarse-,

pero el primer error, aquel que fue un mal cálculo,

me enseñó pronto arriar las velas del corazón.

Luego, más tarde, traspasados los años supe

que era mejor el día para dormir

y desnudar el alba tras la noche canalla

con el amor entre las piernas,

y el pleno gusto de confundirme

equivocando a quienes me amaban.

Con el paso del tiempo cargado de costumbres,

de vicios y de achaques,

de irremediables incertidumbres,

la ausencia de piezas,

el oscuro desaire de enterrar ideales

como quien va enterrando sus muertos uno a uno,

me hacen agachar la cabeza y seguir adelante

renegando entre dientes

que la literatura no salva a nadie,

ni este juego perverso de escribir poesía

me va a sacar a flote de la negra rutina

donde se ahogan estos días perdidos.

Vivir es un error que he comprendido tarde

y no sé si el hallazgo me complace o me aturde,

cuando veo más claro el final del engaño,

de esta partida inútil que juego contra mí

y los conejos siguen creciendo en Australia.

Ahora cuando quedan las piezas esenciales

y consulto las dudas, el desaliento,

las renuncias y el desamor.

Un final que comienzo a encontrar aburrido,

una lucha con muy poca ecuación

que me anuncia que, rendido ante el mundo,

daré por bueno un jaque mate.


                                                                                      Francisco M. Ortega Palomares

"Paco Ortega" uno de los grandes escritores motrileños, 

poeta, periodista y mucho más; podemos seguirlo en las redes sociales






jueves, febrero 11, 2021

"El peón"

 



Estocolmo, invierno de 1962. Dos hombres de mundos opuestos se enfrentan sobre un tablero de ajedrez. Arturo Pomar, el niño prodigio de la posguerra que ahora trabaja como auxiliar de Correos en Ciempozuelos, encara su última gran oportunidad deportiva contra un americano joven, excéntrico y ambicioso: Bobby Fischer. Uno fue peón del franquismo; el otro lo será de la Guerra Fría. Con esta partida y sus contrincantes como hilo conductor.

El peón recorre las vidas de numerosos «peones» entregados a una causa política en la España franquista o en los Estados Unidos de Kennedy en aquel convulso 1962. Comunistas, maquis, obreros, socialistas, etarras, cristianos, republicanos, estudiantes o falangistas; afroamericanos, pacifistas, indígenas,

viernes, junio 19, 2020

Robótica emocional



Robótica emocional

Durante los últimos siglos de nuestra historia, el género humano ha visto como se le despojaba paulatinamente de aquellas características que había considerado especiales y únicas en su especie. Hubo un tiempo en que la Tierra era el centro del Universo, pero Galileo nos arrebató la idea del antropocentrismo. Al menos, seguíamos siendo muy distintos a los animales, pero Charles Darwin se encargó de situarnos en el plano que nos correspondía… Bueno, al menos los hombres tenemos emociones. Cuando el campeón del mundo Garry Kásparov perdió una partida de ajedrez en 1977 con el ordenador Deep Blue, sintió que toda una vida intelectual se había derrumbado ante las máquinas. Sin embargo, Kásparov decía que había algo que Deep Blue jamás podría conseguir:
-Bueno –dijo el ajedrecista-. Pero esta máquina no ha disfrutado ganándome.
Kásparov seguía siendo especial: tenía emociones. La máquina no. Y tenía razón: la máquina no tenía emociones en absoluto. Pero los investigadores advierten que probablemente los robots si tendrán emociones en el futuro y el pobre Kásparov tendrá que encontrar otra cosa para sentirse especial.
Eduardo Punset
“El alma está en el cerebro”

miércoles, marzo 18, 2020

“LA LEYENDA DE SISSA, EL ORIGEN DEL AJEDREZ Y EL CORONAVIRUS



Hace mucho tiempo, en uno de los reinos de la antigua India, en lo que hoy sería Pakistán o Afganistán, vivía un desdichado rey. Este rey, rico y poderoso, había perdido toda su felicidad al perder un hijo en la guerra.
Melancólico y devastado por la muerte de su adorado hijo, el rey se abandonó a sí mismo, y descuidaba su reino y a los que en él vivían. Tal era el estado en el que estaba sumido el rey, que sus más cercanos consejeros y ministros se esforzaban por animarlo.
Preocupado por el estado del reino a consecuencia de la tristeza de su rey, un sabio, Sissa decidió crear un juego que consiguiera devolverle parte de su alegría al rey, además de hacerle comprender sus errores en la guerra.
Tras reflexionar largo tiempo, Sissa, con su juego preparado, decidió presentarse frente a su rey para mostrárselo. Así pues, abrió una caja y aparecieron ante el rey: Un hermoso tablero de madera, con 64 casillas y 32 figuritas también de madera. Tras explicarle a su rey que era un juego de guerra en el que participaban dos personas, y explicarle sus reglas, se pusieron a jugar.
Emocionado por el juego que acababa de descubrir, el rey jugó durante horas y días y semanas contra todos sus ministros, consejeros y todo aquel dispuesto a retarle.  Agradecido de que por fin alguien hubiera conseguido distraerlo, le ofreció a Sissa cualquier cosa que este quisiera. Tras mucho insistir, puesto que Sissa se negaba a aceptar sus regalos, el sabio aceptó y le pidió a cambio de su juego lo siguiente:
“Quiero un grano de trigo en la primera casilla del juego, y 2 en la segunda, y 4 en la tercera y así sucesivamente…” El rey, extrañado porque alguien con tanta sabiduría, capaz de crear un juego como aquel, le pidiera tan poco, ordenó a sus ayudantes que calcularan el número total de granos de trigo y se los dieran a Sissa.
Tras unas horas calculando, los ayudantes se acercaron y le comunicaron al rey “Su majestad, no hay en el reino cantidad suficiente de trigo para pagar la deuda con el sabio Sissa…” La cantidad de granos de trigo equivalía a: ¡18 446 744 073 709 551 615 granos de trigo!
El rey quedó boquiabierto, ¡jamás podría haber imaginado que lo que el sabio le pedía era imposible de pagar incluso con sus enormes riquezas! No obstante, satisfecho por haber conseguido que el rey volviera a estar feliz y por la lección matemática que le había dado al reino, Sissa renunció al presente.

Esta leyenda nos acerca a la situación que estamos viviendo, hay muchas personas que no quieren quedarse en casa porque piensan que el coronavirus es una exageración, es muy difícil para nosotros entender el crecimiento exponencial de esta pandemia, como poquito a poquito se puede extender; no se puede comprender que por algunos casos que haya en nuestra ciudad se tomen estas medidas. Un grano se puede convertir en dos, cuatro, dieciséis, y duplicándose llegar a esa elevada cantidad de situaciones. Por todo esto recordando a Sissa y la leyenda india: ¡Quédate en casa!


martes, diciembre 23, 2014

"El Ajedrecista", en el Teatro Margen Izquierda de París

El actor francés Francis Huster, gana la partida
Francis Huster  solo en el escenario en esta adaptación de un clásico de Stefan Zweig. 
"El Ajedrecista", en el Teatro Orilla Izquierda de París 

Dos ojos de buey, maletas preparadas, la cubierta de madera de un barco de crucero que cruzó el Atlántico en medio de la Segunda Guerra Mundial: Francis Huster, solo en el escenario en un elegante traje blanco, abordaron el "Jugador de ajedrez" de Stefan Zweig, adaptado por Eric-Emmanuel Schmitt y dirigida por Steve Suissa en el Teatro Margen Izquierda.

La historia de un viajero que huían del nazismo y que conoce a un misterioso personaje, el único que compite con un campeón del mundo de ajedrez, como si él fuera capaz de adivinar sus movimientos por adelantado. ¿Cuál es el secreto del Sr. B?

Detrás de esta historia escrita por el escritor austriaco en el exilio en Brasil, justo antes de su suicidio en 1942, Schmitt encontró el propio autor. Se mezcla el destino Zweig que su héroe imaginario. Francis Huster también lo hacen tanto el traje del escritor y narrador-protagonista de la historia, con la excepción de la esposa de Lotte Zweig, que habla en voz en off. Se ha sabido "Plague" cómo el actor tiene el arte de interpretar varios personajes. La calma olímpica Zweig exorbitée la locura del Sr. B. través de la vulgaridad de un multimillonario, es en una hora de tiempo, una novela en sí mismo. El juego se gana.

sábado, febrero 08, 2014

"El jugador de ajedrez". Guion cinematográfico de Francisco Ayudarte Granados basado en un cuento del autor



 INT. PENSIÓN / SALA DE RECEPCIÓN. MAÑANA

          Sobre un casillero del que entran y salen llaves a un ritmo
          más lento que rápido, manejadas por una mano que humea a
          causa de un cigarro puro, se impresionan los TÍTULOS DE
          CRÉDITO.

          Al finalizar los títulos, la mano del RECEPCIONISTA, menos
          grande que basta, pone sin delicadeza sobre otra mano una de
          las llaves de la que cuelga un pesado y voluminoso llavero.
          El recepcionista, de rostro desagradable y rudo, mordisquea
          un habano. JUAN, un joven de edad imprecisa, se aleja unos
          pasos y pone un pie en el primer escalón de la escalera
          situada en un extremo de la pequeña sala de recepción.

                              RECEPCIONISTA
                    ¡Espere!

          Juan se detiene. El joven, abrigado con una trenca, porta
          una barra de pan. Atraviesa la sala y se aproxima al
          mostrador, sobre el que descansa un cenicero, un teléfono,
          un libro de registro y tal vez un bloc de notas, timbre y
          recado de escribir. Mientras tanto, el recepcionista, de
          edad madura y algo desaseado, se gira hacia el casillero del
          que extrae un sobre de aspecto corriente. Antes de
          entregárselo, lee algo en él con el ceño fruncido.

                              JUAN
                         (con impaciencia)
                    ¿Y bien?

                              RECEPCIONISTA
                    Esto ha llegado esta mañana, hace
                    un rato, para DON Juan Nigorra. Ese
                    es usted, ¿verdad?



          Juan toma el sobre que el individuo le ofrece con ese ademán
          habitual en tales casos, pero cuando tira de él, el otro se
          resiste a soltarlo. Al levantar la vista, tropieza con la
          mirada del fumador de puros.

                              RECEPCIONISTA
                         (echando una bocanada de humo,
                         con gesto inquisitivo y casi
                         maligno)
                    La trajo un chófer que parecía un
                    general.

          El hombre suelta por fin la carta. Juan la coge de un tirón
          y se encamina a la escalera.

                              RECEPCIONISTA
                         (gritando)
                    ¡Espero que sean buenas noticias!
                    ¡Ya me debe usted un mes!

          INT. PENSIÓN / HABITACIÓN ALQUILADA. MAÑANA

          Se oye el RUIDO de la llave en la cerradura y la puerta se
          abre. Entra Juan con el sobre y el llavero en una mano y la
          barra de pan en la otra. La habitación ofrece a la mirada
          del espectador un viejo armario, una pobre mesa sobre la que
          hay un tablero de ajedrez con sus piezas, una silla
          desvencijada, un lavabo con espejo, una mesita de noche y
          una cama. Antes de sentarse o dejarse caer sobre el lecho,
          Juan apoya la barra de pan y la llave sobre la mesilla.
          Sentado, presiona el «play» del miserable radiocasete
          abandonado sobre la mesilla, y un solitario saxo comienza a
          SONAR con tristeza. Juan RASGA el sobre con cierta ansiedad
          y aparece en su interior un papel doblado y una tarjeta.
          Deja la tarjeta sobre la colcha y desdobla la nota, que lee
          en voz alta....

Guion cinematográfico 
Escrito Por:   
Francisco Ayudarte Granados 
Basado en: 
Un cuento del autor

lunes, noviembre 07, 2011

El eterno olvido






Estimad@s amig@s ajedrecistas:


Os mando este correo para comentaros que mi novela, El eterno olvido, acaba de ser publicada por El Peón Espía, editora de la revista Jaque.

Se trata de una novela realista, con un pequeño guiño fantástico. Bajo el ritmo de un thriller, donde el protagonista se enfrenta a la resolución de intrincadas pruebas de ingenio, se desarrolla una trama en la que se conjugan las más diversas pasiones: el odio, el cariño, la traición, la solidaridad, la crueldad, el verdadero amor que une (o debe unir) a los hombres...

Te invito a ver el vídeo promocional:


El portal de la tienda Jaque


y mi web personal, donde podrás ver la forma de conseguir la novela gratis en formato electrónico


Un saludo muy cordial,

Enrique Osuna

domingo, julio 10, 2011

Sobre niños, vida y ajedrez


          Soy un mal jugador; pero crecí entre libros, marinos y ajedrecistas, y mis primeros recuerdos están unidos a la imagen de mi padre y sus amigos inclinados sobre un tablero, entre humo de cigarros y pipas. Me acerqué a ese juego desde muy niño, incluso antes de comprenderlo, intuyendo en él claves útiles sobre los misterios insondables o estremecedores de la vida. Después, los cuadros blancos y negros, las piezas en sus escaques, me ayudaron a entender mejor el mundo por donde eché a andar temprano, mochila al hombro. Gracias al ajedrez, o a los perfectos símbolos que lo inspiran -repito que soy jugador mediocre, a menudo torpe-, encajé de modo razonable el miedo al aguzado alfil, el horror de la torre devastadora, la soledad del peón aislado en su casilla, los cuadros blancos, negros, fundidos en grises, de la turbia condición humana. Y mientras estuve -todos estamos alguna vez, tarde o temprano- en el vientre del caballo de madera esperando mi turno para degollar troyanos dormidos, y luego, cuando al regreso con sangre en las uñas la vida me despobló el cielo de dioses, el ajedrez me dio respuestas, consuelo, sosiego y media docena de certezas útiles con las que ahora envejezco, leo, navego y escribo novelas...


Arturo Pérez-Reverte

viernes, junio 17, 2011

"El desayuno del ajedrecista"


           Lo veo entrar en uno de los comedores del hotel de Montecarlo donde asisto al legendario torneo Amber Chess, que por una elevada suma de dinero enfrenta a los doce mejores jugadores de ajedrez del mundo. Es un individuo de aspecto tosco, desgarbado de maneras, vestido con chándal azul, que camina entre las jarras de zumo de naranja, las pilas de croissants, la fruta y las bandejas calientes con huevos, salchichas y tocino. Viene despeinado, sin afeitar, y lo observo con asombro porque tardo en reconocerlo. Se mueve con mucha torpeza, como si no terminase de despertar del todo, o como si, recién dejada la cama, sus miembros no acabaran de habituarse a los movimientos usuales. Hasta su forma de apoyar los pies en el suelo es peculiar: arrastra las zapatillas de deporte volviendo los pies hacia adentro, igual que quienes tienen algún defecto físico que les impide andar con soltura. A eso hay que añadir la expresión absorta del rostro: sus ojos azules bajo las cejas espesas parecen perdidos en la nada, vacíos de contenido, dándole un aire de extrema estupidez. Y todo ello, el aspecto rústico y vulgar, la expresión, la manera fatigada de moverse, lo hacen parecer fuera de lugar en el comedor del lujoso hotel monegasco; cual si un campesino de maneras burdas y chata inteligencia acabara de colarse, de manera inexplicable, entre los árabes vestidos de Hugo Boss y las rubias de acento eslavo...


Arturo Pérez-Reverte