El ajedrez, ese antiguo juego artístico de estrategia y habilidad mental, se erige como uno de los pocos campos de la actividad humana donde los oponentes se enfrentan de manera justa y donde el talento de los jugadores puede ser medido objetivamente. A lo largo de los siglos, el ajedrez ha demostrado ser un verdadero bastión de equidad y meritocracia real, sin dopajes previos, estableciendo estándares claros para determinar quién es el mejor preparado entre los contendientes. A través del sistema de puntuación ELO, por ejemplo, el ajedrez nos proporciona una herramienta imparcial para evaluar y clasificar a los jugadores, lo que lo diferencia de muchas otras actividades sociales donde la subjetividad y los prejuicios pueden influir en el reconocimiento del talento individual....
Francisco C. Ayudarte Granados
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