Robótica emocional
Durante los últimos siglos
de nuestra historia, el género humano ha visto como se le despojaba
paulatinamente de aquellas características que había considerado especiales y
únicas en su especie. Hubo un tiempo en que la Tierra era el centro del
Universo, pero Galileo nos arrebató la idea del antropocentrismo. Al menos,
seguíamos siendo muy distintos a los animales, pero Charles Darwin se encargó
de situarnos en el plano que nos correspondía… Bueno, al menos los hombres
tenemos emociones. Cuando el campeón del mundo Garry Kásparov perdió una
partida de ajedrez en 1977 con el ordenador Deep Blue, sintió que toda una vida
intelectual se había derrumbado ante las máquinas. Sin embargo, Kásparov decía
que había algo que Deep Blue jamás podría conseguir:
-Bueno –dijo el
ajedrecista-. Pero esta máquina no ha disfrutado ganándome.
Kásparov seguía siendo
especial: tenía emociones. La máquina no. Y tenía razón: la máquina no tenía
emociones en absoluto. Pero los investigadores advierten que probablemente los
robots si tendrán emociones en el futuro y el pobre Kásparov tendrá que
encontrar otra cosa para sentirse especial.
Eduardo Punset
“El alma está en el cerebro”
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