lunes, abril 28, 2025

El ajedrez funciona como metáfora de lo profundo...

 


El ajedrez no es realmente como las matemáticas –las metáforas son algo más que los símiles–, pero las incluye y representa, hasta el punto de que el ajedrez suele usarse para ilustrar conceptos matemáticos como el crecimiento exponencial y el infinito. El ejemplo más conocido es aquella historia medieval del sabio a quien el rey, debido a los consejos recibidos, le ofreció lo que quisiera. El sabio, que en realidad era un personaje un tanto enrevesado, le dijo que le regalara un solo grano de arroz colocado en una de las esquinas del tablero, pero que fuese doblando la cantidad de granos repetidamente casilla a casilla. Para los no iniciados esto puede sonar a poco, o a lo sumo a un buen montón de arroz, pero la historia, en realidad, juega con las limitaciones de nuestras intuiciones. El proceso de doblaje repetitivo acaba por convertirse en 2⁶³. Esto significa que de 1 grano pasamos a 2, después a 4, 8, 16, 32, 64, 128 y así hasta llegar a 18.466.744.070.000.000.000. Si se colocasen todos estos granos de arroz en una fila, esta se extendería en torno a 96.560.640.000.000 kilómetros, la distancia que habría que recorrer en un viaje de ida y vuelta desde la Tierra hasta Alpha Centauro. Y eso solo con granos de arroz. Cuando factorizamos las relaciones entre las distintas piezas del tablero, cada una con un movimiento diferente, los números rápidamente se escapan a nuestro control, y por ello el ajedrez funciona como metáfora de lo profundo. Se pueden realizar veinte posibles jugadas en el primer movimiento, y a cada una de ellas el rival puede responder con otras veinte alternativas. El número de posibilidades se incrementa de inmediato, en el momento en que las piezas empiezan a desplegarse y las variantes se hacen cada vez más largas. Suena un poco a exageración propia de agencia de publicidad, pero, en realidad, son posibles más partidas de ajedrez que átomos hay en el universo conocido (una partida es algo más que una mera posición, ya que las partidas incluyen una serie de posiciones dispuestas en diferentes secuencias). Aun así, el ajedrez no es infinito, pero sí una ilustración de la diferencia conceptual entre un número enorme y potencialmente indefinido de posibilidades que, aun así, está restringido teóricamente por reglas (por ejemplo, el jaque mate), límites definidos (un tablero de 8x8) y una idea matemática esotérica de una serie que nunca acaba. El ajedrez es, posiblemente, la cosa finita que más se parece al infinito.

“LAS JUGADAS QUE IMPORTAN” 

Jonathan Rowson


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